Si de algo hay certeza en este momento, es que la pandemia de la covid19 fue utilizada por los grandes capitalistas, los pulpos financieros y la extrema derecha enquistada en los Estados modernos para apretar aún mas la soga sobre el cuello de los sectores populares, el pueblo trabajador y los movimientos populares agudizando la expropiación, el despojo y la violencia estatal para seguir perpetuándose en el poder, beneficiando a la gran burguesía internacional y las clases políticas que sostienen el paradigma capitalista en su versión neoliberal, con el ingrediente adicional de la administración de la vida y la muerte, descrito
desde el concepto del necrocapital.
Colombia es tal vez el ejemplo mas evidente de este escenario brutal de deshumanización en Latinoamérica, aunque la situación actual se quiera presentar desde diversos medios de comunicación prorrégimen, como una consecuencia de la pandemia y en ese sentido desvirtuar la naturaleza histórica de la crisis multidimensional colombiana, así como el ascenso de un modelo fascista que criminaliza y asesina a todos aquellos que constituyan sujetos de resistencia, denuncia y construcción de alternativas diferentes al modelo terrateniente, extractivo, paramilitar, mafioso, parasitario, autoritario y en síntesis corrupto que representa el uribismo y todas sus expresiones partidarias y sociales.
Lo cierto es que el efecto pandemia desnudó las consecuencias sociales, económicas, culturales y si se quiere hasta éticas de procesos históricos en los cuales gobierno tras gobierno, se ha defendido los intereses de una minoría privilegiada que ha sumido al país en el atraso, la violencia crónica y la percepción de un “NO FUTURO”.
Ese escenario el 2021 ha significado un referente de movilización y lucha social, el régimen mostró su rostro más salvaje y criminal, la tragedia en número de vidas humanas perdidas a manos de las fuerzas militares y policiales, la reducción de la democracia, la descomposición política en medio de un escenario de enfermedad, pandemia y la normalización de la muerte como instrumento de control social y demográfico constituyen un escenario de sindemia muy complicado para las luchas sociales y en especial para el fortalecimiento del movimiento sindical y magisterial.
La crisis de la escuela pública se ha agudizado, los procesos de privatización endógena y exógena avanzan desde escenarios normativos, políticos y culturales patrocinados por grandes corporaciones como Google, Santillana, McGraw Hill, Pearson, Amazon entre otras, en complicidad con sus agentes en los espacios de gobierno, el capitalismo cognitivo y el nuevo paradigma de sociedad del conocimiento ha permeado los escenarios pedagógicos, secuestrando al maestro, convenciendo a muchos de su papel instrumental, y dejando de lado su rol como sujeto político, trabajador de la pedagogía, constructor de cultura, posicionando la tesis según la cual el conocimiento es una mercancía susceptible de ser vendida y comprada y no una construcción social que debería beneficiar a todos.
En ese sentido, lógicas tales como el sector educativo como un escenario de negocios, el maestro como un coaching experto en la aplicación de TIC y entrenador de estudiantes para responder pruebas estandarizadas que en el fondo constituyen un negocio transnacional que arrasa con la heterogeneidad, los saberes ancestrales, a costa de producir “mano de obra barata” “capital humano” “consumidores” “compradores compulsivos” seres humanos “educados” para el “éxito” siempre y cuando el sistema siga devorando vida y produciendo capital para acrecentar las fortunas de unos cuantos.
El que salga de esa lógica estaría adoctrinando, perdiendo el tiempo, generando odio en las aulas, esa es la lógica de los enemigos del magisterio colombiano. De manera paralela, maestros y maestras producto de la violenta arremetida estatal en contra del sindicato, pero también victimas de procesos complejos de pérdida de conciencia política y gremial, que implican la formación universitaria, los efectos de procesos de privatización endógena, la falta de análisis del contexto, errores en las dinámicas sindicales y en los procesos de negociación con el gobierno, han ido perdiendo la capacidad de resistencia y movilización, tanto en el aula como en las calles, allí precisamente está el reto como organización sindical. ¿Cómo superar estos problemas de formación de subjetividad política en los maestros tan necesaria en estos tiempos tan complicados como los que vivimos?
