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domingo, abril 28, 2024
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Cuento: ¿esperanza es?

Esta es una corta historia narrada por una valiosa mujer llamada Diana.

Ella, esposa radiante y valiente, madre de dos hijos y esposa de un gran ser. Juntos vivían en el campo, les gustaba caminar en las mañanas y tomar café en las tardes de lluvia, vivían alejados del mundo, no se enteraban de los acontecimientos diarios, no tenían  televisor, celulares, ni comunicación con el mundo lejano. Para ellos su mundo era su  familia.

Diana era escritora de cuentos fantásticos, poemas sencillos y mal elaborados. Se sentaba a la orilla de la montaña y miraba el infinito cielo azul, mientras que sus hijos corrían en la llanura y Carlos, su esposo, cuidaba la huerta y daba alimento a los animales. En ese lugar todo era felicidad y tranquilidad. Pero… como no tenían idea de lo que ocurría en otros países, no se imaginaban de los egos que estaban a la luz de la luna y a la sombra del alba. Ellos solo esperaban pasar el tiempo en armonía y en unión familiar.

A lo lejos un mundo revuelto dañado por los egos, las ambiciones y la corrupción que se inflaba como un globo de cumpleaños en los labios de un inexperto niño que lo infla hasta explotar. Ahí, en ese mundo, las cosas no eran tan apacibles como en el hogar de Diana y Carlos. Y un día las cosas cambiaron y es ahí donde se da ese ¡fatídico día!

Un estruendo terrible nubla la tarde, derriba las aves del cielo y evapora el agua del mar. Un botón en manos de un inexperto revienta el mundo y da por terminada la existencia de la humanidad, algunos sobrevivieron y esa es la historia que Diana les viene a contar. El  sol y la calma resonaban como murmullos del silencio en una noche de tormentas en las sabanas. A lo lejos, se percibían los pasos de un anciano caminaba entre la arena y la  maleza de una planicie que un día fue un valle de abundancia y hoy es un desierto de gemidos y de llanto, según cuentan algunas personas.

Caminaba en las noches de tormentas en busca de sus pasos y sus recuerdos. Otros dicen que su causa era una mujer que amó mucho, mientras algunas mujeres de aquel  despoblado lugar dicen que es por el amor de un hijo que se le perdió. Nadie sabe con  certeza el delirio de su locura. Lo que sí es claro es que en aquel lugar, en un tiempo atrás, la abundancia era el pan de cada día, pero hoy es solo podredumbre y desolación. Las calles hoy son escombros y las esquinas son sitios donde los más viejos se reúnen con la única razón de contar historias de aquel ayer que está presente en sus memorias.

Pedro, un señor viejo y ciego cuenta en la mitad de la plaza sus historias de ganadería, aventuras que solo él recuerda con mucha nostalgia. Habla del campo y sus ojos se iluminan como el sol de verano, pues sus recuerdos son el tesoro más preciado para él, así como lo son sus hijos, su esposa y el perro negro -su amigo fiel-. Pedro es un ser sensible  y casi siempre prende en llanto al llegar a los recuerdos de aquel fatídico día, donde todo lo perdió.

Foto: pixabay

En otro lugar se escuchan historias de lugares y asombros. Eran los recuerdos de Mercedes, mujer de piel negra como la noche, ojos claros como la tarde y espíritu luchador como las aves que vuelan en la tormentas y en el caos de los cielos. Ella contaba que en sus pocos años de vida había viajado y conocido espectaculares lugares, sitios donde las nubes tocaban el suelo y otros donde el sol sellaba la tarde, mares azules que resplandecían en las noches de luna, cual compañera fiel de los pensamientos y los recuerdos que refrescaban su memoria y humedecían sus labios gruesos y secos en los que se podía ver los estragos de ese fatídico día.

-¡Un poema!- dice Mercedes, mientras ve pasar a Diana, una joven y soñadora mujer quien responde: «a mis pies los tuyos, a la deriva mis pensamientos y en el atardecer los  recuerdos del amor que ¡un día existió! y hoy, extinto está. Más sus palabras no se han callado y seguirán en la construcción de la esperanza en la humanidad. ¡Atentos¡, los cantos de las aves no cesan y mucho menos cesarán los canticos del cantor de los caminos del adiós». Sonriendo camina lento y se desplaza con cuidado sobre los rezagos del  destierro y la desolación de aquel inmundo lugar.

Comenta en su pensamiento que son tiempos difíciles y desoladores. El desconsuelo y la podredumbre desvelan los sueños y adormecen la esperanza; caminos secos y lagos  negros son el paisaje del eterno día y la ausente noche. Pero no importa, pasos firmes y seguros se escucharán algún día, tal vez hoy o quizás mañana, todo está esperanzado en el cambio de las corrientes del aire y en el cese de la lluvia acida. También en la frescura de sus sueños, los habitantes de este mundo necesitan escuchar cosas buenas y ella será esa voz en el ruido de la noche y en el silencio del día. Mis palabras serán el agua viva y la  esperanza del mañana.

Por un momento sus pensamientos se interrumpen al ver a Carlos hablarle a un árbol seco cuyas raíces solían ser su escondite favorito. Con llanto en sus ojos exclama con dolor ¡un día tenemos todo y en un suspiro indiviso cambio sin que te dieras cuenta con anticipación!, ¡malditos egos! Nos creíamos los dueños de todo cuando en realidad solo  éramos esclavos de la nada, confiamos en los hombres, en el poder de las armas y en  colchón económico y ¡no nos dimos cuenta de los sucesos que acontecían! Nos acostamos  a dormir millones pero nunca se despertaron; ¿castigo divino? o ¿castigo propio? tal vez  nunca lo sabré.

Abrazando el árbol seco se duerme y se consuela con la desesperanza hecha carne viva, pero en sus sueños recorre el verde campo de la mano de su esposa amada. A su alrededor flores blancas, hormigas que cargaban hojas verdes a su nido y el aroma de la mañana, a lo lejos las montañas resplandecían de verde y los cielos azules acunaban las aves que volaban en busca de la libertad de sus plumajes. Vientos cálidos corrían la melena de Diana, su esposa amada.

Al final del camino una casa vieja y húmeda esperaba a aquella vieja pareja. Ya habían caminado por dos horas y solo esperaban llegar a humedecer sus pies y disfrutar de una taza de café caliente a la luz del sol. Alrededor de la casa se podían ver las rosas rojas y amarillas, los tulipanes y las orquídeas colgadas del techo. Al final de la verja un pozo de agua dulce en donde los enamorados esposos cuidaban un millar de peces gordos y flojos que se ponían al sol como turistas al borde de las playas atosigadas de calor, sol y basura, bloqueadores solares y cervezas para la “sed”. Al otro extremo de la casa humilde dos perros pequeños jugando con dos hermosos niños, ¡lanza la pelota! ¡Corre!, corre melody”, perra fiel y compañera, el amor y la calma, un suave coctel de vida y esperanza.

Rocas. Foto: pîxabay

¡Pero!… De repente el cielo se nubla y el viento cesa, las aves caen y los cielos se oscurecen, el día es noche y el amor se vuelve dolor y ya nada importa. Carlos despierta de ese terrible sueño mientas dos chulos rodean la desolada sabana, lágrimas y gritos se  escuchan en ese aterrador lugar donde la noche nunca llega. Diana, la joven poeta quien pasaba por aquel lugar abraza con ternura a Carlos y lo acompaña en su dolor compartido, pues los dos habían perdido a un ser amado o, a varios, ya que no se sabía nada de nada y lo único que se puede hacer es intentar mantener la esperanza.

Dijo Diana a Carlos: «¿sabes algo? ¡Debemos soñar! porque los sueños nunca se rinden y por eso ellos son el alimento de la existencia, la fuerza de la esperanza y el regocijo del amor. Por más que nos caigamos nos levantamos con la cara en alto y sacudimos nuestras piernas cansadas y continuamos en este camino». Al decir esto se alejó y continuó su camino en procura de hallar alivio a su dolor prohibido.

En el camino, el cántico de las rosas muertas susurraban una suave melodía que invadía a Diana, quien con lágrimas en los ojos y dolor en su alma empezó a declamar:

Lágrimas de mis ojos hoy son dolor, mañana serán recuerdos. Maldición de odio y muerte hoy están presentes, pero mañana serán recuerdos. Nada más júbilo tendré en mi alma y mantendré la esperanza hasta el día de mi muerte. Y aun ahí me reiré de ti mal humano y maldición de la tierra pues nunca me venciste siempre gane porque nunca me tuviste de rodillas. Cantaré a los mares muertos y las montañas desérticas con el ánimo de  enverdecer el monte y despejar el cielo. La noche llegará y con ella un nuevo día. Y solo espero que ese día seamos sabios y no continuemos con la esperanza en nosotros mismos. Que los egos se hayan ido a la cloaca y que el odio se haya unido a la tristeza. Y cogido  vuelo al infinito del eterno día y desaparezcan con la maldad y el orgullo de nuestros  corazones.

De mi parte seguiré el camino y donde haya desconsuelo consolaré. Donde haya tristeza daré la risa y donde haya amor cantare de felicidad. Mi mundo se ha ido y ahora construiré uno nuevo, no importa lo que tenga que sacrificar ya que son mis sacrificios en busca de la felicidad de una nueva humanidad.

Los humanos en su afán de ser superiores abandonaron su razón y se encerraron en la duda. Quemaron el páramo y secaron el río. Se volcaron en deseos de poder y de lujuria y abandonaron el amor y el cariño por los que los rodeaban. Y aun en la muerte nunca reflexionaron su existencia y se mantuvieron en lo más alto de su orgullo enalteciendo su odio y adorando su propia destrucción. Nunca entendieron, solo fueron esclavos de su propia destrucción. Nunca les importó el otro, jamás se esforzaron por amar. Solo esperaban las ganancias y nunca entendieron que es amar.

Diana continúa por el mundo, Carlos la recuerda con amor. Las luchas son las dudas y las respuestas se encuentran en el amor, la noche será el día y la tarde un beso tibio de un adiós.

Carlos Andrés Lozano Beltrán
Carlos Andrés Lozano Beltrán, Magister en ciencias de la educación, docente de educación física, carlos.lozano@cedlavictoria.edu.co
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1 Comentario

  1. esperanza es?
    Bonita historia para reflexionar que la humanidad estamos sumergidos en una sociedad de consumo donde quien importa es quien tiene más poder, sin embargo, muy dentro de nosotros sabemos que el dinero, el poder y el placer jamás llenaran los vacíos que solo el amor puede hacer

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