Asistimos a la era de las MEN tiras de los menesterios edulcorados. Al ‘estatus quo’ de este país parece no haberle temblado el pulso, carácter y propósitos en casi doscientos años. En las últimas décadas, sus “cambios” son más un retorcimiento de un presumido discurso socializante y estereotipado desde el cual se vociferan los eslogan de las campañas políticas, llegando a parecerse a un chiste malsano por barato y ordinario, suerte de paradoja bizarra que ofende la inteligencia y es solo entendible su retorcimiento. Todo esto se desenvuelve en la era de la posverdad, rebosando toda lógica razonable y cuyo peso argumental inexistente no supone más que el hacerse impacto emocional impulsado desde la marquesina de los eslogan politiqueros.
Responde el proyecto hegemónico ímprobo a unos intereses muy especiales de un sector definido, el de su clase. Soy docente y entonces el Ministerio de Educación Nacional me dice a través de un documento legal “Los Estándares Básicos de Competencias o EBC, parece que a los burócratas “fresas” del MEN les encanta ‘siglar’. Subrayan estos ‘Estándares’ que debo procurar en mi cátedra docente allegar a los estudiantes a que no solo digan sino hagan: “Participo en manifestaciones pacíficas de rechazo o solidaridad ante situaciones de desventaja social, económica o de salud que vive la gente de mi región o mi país. (Competencias integradoras, décimo y once)”. ¡Juumh, -risas-! Será que el gobierno, los gobiernos de este país resistirían si la mitad de esto ocurriera en todos nuestros estudiantes al unísono. ¿Sería que esto tuvo que ver con lo que nos pasó en el paro nacional?
Es decir, contando que despertaran de la amnesia narcótica mediática reproducida sistemáticamente por el gran megafón de la clase política dominante, ese mismo que se nos ha vendido tan bien para mantenernos en el limbo de la ilusión de futuro y el espejismo de un desarrollo material portentoso que solo se da de manera pródiga a los ricos, volviendo mierda en su camino a los pobres. ¡Ocurrió por de pronto que nos despertara a cachetadas el hambre! A los pobres solo nos queda la TV y la vitrina, tan cerca, tan nuestras en apariencia pero tan lejanas de hecho e inasibles. Para el neoliberalismo ya nos queda claro que entre más pobres haya redundará en más riqueza en la mano de los que son siempre más ricos, los demás todos sobramos multiplicados en lo que nos falta.
Ahora tengo en mi haber una cátedra y aproximadamente trescientos jóvenes, ciento y algo distintos por año, a los que espero alcanzar en palabra, trascendiendo en ellos sin rabia o mezquindad los elementos que formen su criterio. Para algunos resultará en adoctrinar, quienes hablan desde una marcada esquina política y reverberan en sus mantras ‘ideologizados’ e ‘ideologizantes’, señalamientos sin argumentos hacia la profesión docente y los docentes, como ya les es característico a estos aduladores de la caverna, casados con el que sigamos viendo solo las sombras de las paredes a espaldas de donde ingresa la luz que define los hechos reales.
En cambio, me pregunto: “¡¿Multiplico el sistema?! O puedo soñar en poder crear con él, el sistema, una disrupción apropiada para que mute en el sueño, en lo ansiado, lo deseado por nuestros propios jóvenes… ¿No es lo que quiere el MEN?” Cómo perseguimos el sueño en la palabra maquillada de justicia social, la mentira camuflada, el marketing político de “beneficios para todos”, fuego fatuo y mediático en una realidad corroída que tiene por más desmembrarnos que recomponernos como quieren los que no sueltan el poder, los que atenazan todo para, en transmutación falaz, solo dejar tal cual reza y solo en la fría letra, generando un beneficio único y aprobado para la élite: cambiar todo para seguir igual…
La apuesta es empoderar el verbo de acción, desde lo fáctico, es hacer que esa misma letra se realice cierta y viva y afortunada y posible y alcanzar una realidad huida, apercibida por la fuerza de recomponer a partir de la acción, es decir, del hecho diario que revela la palabra no solo dicha sino en su ejercicio… ¿No es lo que quiere el Ministerio que compongamos ciudadanos activos, deliberantes y con criterio?
A los docentes nos han cargado la responsabilidad de construir una ciudadanía que pueda proponerse a un país resquebrajado y que pueda por fin componer su tejido social. Ciudadanía la cual alimente no solo el sueño y la esperanza sino que haga acción y hecho verdadero la justicia social. Se nos impugna el insistir que con trabajo, verdad y empeño se llegue a los logros que permitan las oportunidades brindadas desde un estado preocupado realmente, no por aniquilar al que propone alternativas, sino por el contrario, proporcionar a ese ciudadano constructor de certezas la oportunidad de fortalecer los procesos de los cuales él se ha apersonado en el esmero de levantar ese estado como un ofrecedor de beneficios que se pueden compartir entre todos con los demás.
No solo en el eslogan o la nominación, sino en los hechos, en la concreción de materializar esos beneficios. Reitero con profundo amor y orgullo yo soy docente y soy estado y por tanto debo coadyuvar a construir el tejido social que permite trenzar las cuerdas del desarrollo desde lo motivo individual a lo orgánico social, del aula al ágora local y más allá a donde aniden las propuestas que construyan vida. Y entonces componer desde lo sistémico el inalcanzable propósito que brilla en la marquesina del marketing politiquero como verdad individual alcanzable, cierto en su mentira, mismo que los políticos y sus políticas niegan o deshacen en los hechos…
Las mentiras de los menesterios deconstruidas desde sus verdades explícitas nos permiten leer una realidad que clama no por su nominación y la explicites burda de las consignas de campaña, sino que nos grita desde su entraña el hacerse eco de verdad en los hechos y convertirlos en reales. Manos a las obras, entonces hagamos hechos reales la letra de discursos de los menesterios, – ¡tan hermosos y tan fatuos! -, y seamos por fin una nación que surge en su necesidad de construir su propia verdad, tan lejos de los eslóganes politiqueros como tan cerca de lo verdaderos que estos mismos dicen ser, transformándolos, resignificándolos en la nueva patria del diálogo, el amor y la paz, no la chiquita de los armisticios, sino la paz grandota de la Colombia sin hambre y con oportunidades.
