Por más que lo pienso e intento buscar tesis que me convenzan de lo contrario, siempre llego a la misma conclusión “el invento más estúpido que haya podido crear la humanidad es la guerra”. Es increíble que, con tanto potencial en el cerebro humano, tras aproximadamente 200.000 años de existencia del homo-sapiens, uno de sus mayores logros sea el de perfeccionar armas para la guerra, estrategias de guerra, y encontrar o inventar razones para continuar la guerra.
Resulta sencillamente Inaceptable que tanta lucidez solo les de para ahondar en una práctica tan irracional, falta de sensibilidad y rodeada de oscuridad. Solo los humanos son capaces de atentar contra su propia especie con la intención de aniquilarla, llegando a la auto aniquilación por efecto domino; frente a este posible escenario siendo honestos, el resto de organismos vivos de seguro se lo agradecerían enormemente; teniendo en cuenta que, en el afán de autodestruirse, lo hacen de igual manera, con todo lo dotado de vida que se les cruce por en frente, animales, plantas, etc. ¿Qué tan inteligente puede resultar este actuar?
Si bien es cierto que en la naturaleza existen diferentes relaciones entre los organismos, y que la competencia por el hábitat y el nicho es una de ellas, también lo es, que los únicos biontes que ejercen estás prácticas de alguna manera suicidas son los humanos. ¿Qué tiene de superior la capacidad de degradación del mundo circundante? Nada, y menos cuando esto se hace por el simple placer imaginario; ese que esperan experimentarán al alimentar su hambre de poder, de tierras, de bienes, cuando en el fondo es bien sabido, jamás será saciada.
Quienes viven de la guerra se creen muy listos, porque a través de ella ensanchan sus arcas, el problema es que podrán conseguir dinero, poder, tierras, reconocimiento… pero en el momento que llegue la muerte de todas las formas de vida en esta estrepitosa guerra ¿Pensarán alimentarse de ello? No lo creo. No existe en el mundo para mí un peor invento que la guerra, dónde degradan, maltratan y ultrajan al otro, en nombre de un ideal, un pensamiento, un punto de vista, dónde un montón de cuerpos actúan en contra de otros cuerpos, porque dudo mucho que en esos momentos quedé un asomo de inteligencia, entendimiento o racionalidad.
Una guerra absurda en la que “valientes hombres” usan sus cuerpos como móvil para lastimar, mutilar, y hasta desaparecer otros cuerpos, allí los bandos se creen buenos, y en nombre de su “gran bondad” roban, destrozan y dañan, ¿Dónde está allí la bondad?, me preguntó. ¿La misma bondad con la que nos desatamos en golpes contra nuestros hijos cuando se equivocan? O ¿La bondad con la que insultamos a otro? O ¿tal vez la bondad de cuando nos consideramos superiores moralmente, con licencia para denigrar del otro?, Yo diría que si; es la misma “bondad”, esa que durante tanto tiempo nos ha venido comandando, desde lo más profundo de nuestro ser.
¿Qué tanto podemos recriminar a esta sociedad, cuando es claro que así es como se ha venido forjando?, Siendo esos los pilares sobre los cuales se ha levantado; Sobre Miles de millones de cuerpos maltratados, mutilados, utilizados cómo fortín de guerra, cuerpos violentados de mil y una formas, todas ellas perversas y desproporcionadas.
La guerra no es única, quiero decir, existe gran variedad de guerras, creadas por distintos motivos, con objetivos diferentes, con múltiples actores en el conflicto, cada uno de ellos, creyendo tener una justificación verdadera para lucharla, guerras cargadas de víctimas, de dolor, de desolación, de brutalidad, de torpeza. Entonces ¿Cuál inteligencia?, ¿Cuál evolución?, ¿Cuál progreso?, No somos más que un montón de cuerpos en la guerra, sumergidos tan profundamente en ella que no somos capaces de ver más allá, ni mucho menos de creer en la paz. En este punto recuerdo a Carl Sagan intentando explicar la existencia de la cuarta dimensión:
“los astrónomos suelen decir que el espacio es curvo. Los habitantes de “Planolandia” percibirían su entorno como uno bidimensional, pero en realidad su mundo es curvo, de la misma manera en que los habitantes de la Tierra no podemos percibir su redondez cuando estamos parados sobre ella. El espacio sería curvo por la gran cantidad de masa que contiene y la gravedad provoca que se enrolle en sí mismo, aunque las criaturas tridimensionales no podamos percibirlo”.
De igual manera sucede con la PAZ, así como se tilda de utópicos, e ilusos; a quienes cuestionan e imaginan más allá de lo que sus sentidos pueden percibir, son tildados quienes se atreven a creer en la paz. Estamos tan inmersos en este paradigma de la guerra, que se sienta a nuestro lado a tomar café y ni nos percatamos de que es ella, es nuestra realidad constante, se asoma por nuestra boca en palabras soeces y duras, mueve nuestras manos para lastimar, produce nuestros pensamientos destructores, se asoma en la injusticia, y pernocta en nuestras habitaciones por instantes de dolor y furia, sin siquiera reconocerle, ¡ah! pero cuando ella ha crecido, ha edificado su reino del mal y se ha hecho poderosa, entonces si la reconocemos ajena y culpamos a otros de su existencia.
Como lo escuché hace unos días en boca del señor Ex Presidente Juan Manuel Santos (parafraseando): es más fácil hacer la guerra que la paz. ¡Que verdad tan absoluta!, a pesar de no ser producto de una gran erudición. Hay que ver cuánto de valor, poder, inteligencia y fortaleza se necesita para convertir esa guerra inmarsecible en una paz soñada.
Obviamente para lograrlo es necesario sacar a nuestros cuerpos de ella, de la guerra y de esta manera permitirle al pensamiento hacer lo suyo y lograr lo verdaderamente inimaginable; la tan anhelada y hasta el momento utópica paz. Esto si constituiría a mi parecer una de las más grandes proezas del ser humano, lograr enajenar a los cuerpos de la guerra.