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Nadie quiere que le digan: “Pa’ fuera, pa’ la calle”

Tírenlos pa’bajo que son un peligro arribaEsa trulla (¡eh!) es peligrosa (¡eh!)Pa’fuera, pa’ la calleTírenlos pa’bajo que son un peligro arriba
Oye la verda’ que sálvese quien puedaOye, son una amenaza
El Gran Combo de Puerto Rico – «No hay cama pa’ tanta gente»

I

En Bogotá, el concurso de ingreso a la carrera docente ha sido objeto de controversia por la posibilidad de que se produzca una masacre laboral con los docentes llamados «de  proyectos». En una orilla se encuentran aquellos que han superado las pruebas de selección basadas en las falacias del modelo meritocrático y que, en su legítimo derecho al trabajo digno y estable, exigen que se oferten la totalidad de las plazas.

En la otra orilla están los 1849 docentes que hacen parte de los «proyectos» de la SED y  que hace menos de dos meses se enteraron de que sus plazas podían ser ofertadas en el  concurso. A pesar de que estos proyectos llevan más de diez años de vigencia y que se  pagan con recursos del distrito y no de la nación, desde febrero la CNSC había previsto su  publicación. ¿Por qué la CNSC decidió convocar estas plazas? Porque quizo ¿Qué dijo la SED? Estaba enterada desde febrero pero no dijo nada. Una Bonilla displicente y un Reverón negligente.

El conflicto es evidente. Unos exigen el derecho al trabajo estable amparados en el  concurso público, tal como reza el artículo 125 de la Constitución política. Otros exigen  protección y garantías ante la inminente “masacre laboral” que se avecina. En la posición  cómoda está el engranaje institucional de una burocracia perezosa y un sistema jurídico  excluyente. En el medio se encuentra la Asociación Distrital de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación.

La organización sindical no paga salarios, no nombra docentes ni puede interferir con la aplicación de la ley. Sin embargo, su horizonte de lucha es la protección de los derechos de TODO el magisterio, de los que están y de los que vienen; de los provisionales y los de planta. No obstante, ha recibido ataques de lado y lado: unos la acusan de querer impedir el curso natural del merito y de proteger la provisionalidad; otros de desamparar a los más  vulnerables, es decir, a los provisionales. Análisis estrechos que quieren pescar en río revuelto.

El pulso aún no termina y gracias a la presión de la ADE, la CNSC no ha determinado que  hacer con estas plazas. La solución real y duradera es una profunda reforma educativa  que cambie las reglas del juego[1]. Sin embargo, creo observar en las profundidades de  este conflicto la expresión de múltiples violencias –simbólicas y estructurales– que se  camuflan en la imperceptibilidad del discurso jurídico. Me detendré en dos de ellas.

II

La primera violencia es la del miedo. “El miedo manda” decía Eduardo Galeano, para referirse al modo de vida de los latinoamericanos o habitantes de otras periferias  precarizadas. La violencia del miedo gobierna nuestra búsqueda de dignidad. El miedo a  tener hambre, a perder tu trabajo, a la incertidumbre de que alguien te corra la butaca, a  seguir humillado por los dueños de los colegios privados que censuran la libertad de  cátedra y anulan el derecho de un horario laboral decente. O miedo a que la provisionalidad finalice, a no tener como pagar las deudas, a verte, de un día  para otro, inerme en la calle sin que el Estado para el que trabajaste 10, 15 o 20 años tenga una palabra de gratitud.

Y el miedo nos vuelve violentos. El miedo necesita cuerpos des-afectados, es decir, que sientan cada vez menos empatía y solidaridad. El miedo nos hace voltear la mirada ante las injusticias y despreciar a aquellos que están mas jodidos que nosotros. La violencia del  miedo atraviesa los cuerpos del bogotano común y corriente. Encuentro en la vida cotidiana tres ejemplos de la realidad que combina violencia y miedo.

Primero.

Transmilenio, además de ser un medio de transporte tan masivo como ineficiente, es el ecosistema de las microviolencias cotidianas en Bogotá. El codazo y el empujón son estrategias para no quedarse fuera del bus. Es el miedo por llegar tarde o no poder llegar al trabajo. Es el miedo al despido o al descuento. Y si nos referimos a los buses articulados no podemos dejar de lado el acoso sexual y el cosquilleo como emblemas culturales del transporte que nos dejó Peñalosa.

Segundo.

La disputa del espacio público entre los vendedores informales refleja el miedo a quedarse sin sustento. Una esquina y un andén son objetos de litigio para quienes intentaron por  meses o años buscar un trabajo estable y con derechos laborales. El sistema jurídico prioriza el derecho al desplazamiento sobre el derecho al trabajo, que en últimas, es el derecho a vivir. En Bogotá, la pobreza extrema en Bogotá bordea el 10% y la monetaria se acerca al 36%, alcanzando casi el 60% en localidades como Usme y Ciudad Bolívar. Y la informalidad laboral en el 2022 se situó en el 54%.

Tercero.

La situación conflictiva alrededor del concurso docente que mencionamos arriba ha generado todo tipo de ataques entre “compañeros”. Unos temen perder su trabajo y otros a perder el derecho de obtener una pizca de dignidad.

III

En una escena de Matrix 4- resurrecciones, la capitana Niobe le dice a Neo que “nada incita más a la violencia como la escases”. El personaje se refería a que la falta de recursos es el motor que moviliza la violencia, sea por su poca disponibilidad o por su acaparamiento en pocas manos. La demostración de esta frase podemos hallarla en una nota de prensa del año 2018 publicada por la ONU con un titular revelador: “Los recursos naturales causaron más del 40% de las guerras de los últimos sesenta años”.

La tesis del texto es que la disputa por los recursos es, en gran parte, el combustible de las guerras actuales. Tierra cultivable, agua, petróleo y minerales se convierten en campo de batalla. El panorama se complica con los efectos del modelo extractivista incluyendo la economía narco y el cambio climático.

La segunda violencia es, por tanto, la de la escases. La escenas son elocuentes. Cientos de desempleados haciendo fila para aspirar a un par de puestos de trabajo o una multitud que día a día hace fila para acceder a un bus que, inevitablemente, dejara por fuera a más de la mitad de las personas. No olvidemos que el Concurso Docente tuvo más de 400 mil aspirantes para menos de 40mil vacantes. Solo uno de cada diez docentes tendrá un nombramiento de planta.

“No hay cama pa´ tanta gente” dice la canción del Gran Combo de Puerto Rico, una alegoría forzada sobre los efectos de la desigualdad social. Una minoría dormirá en la cama y otra mayoría aguantará frío en el suelo.

Lo sucedido en Bogotá con el concurso docente y el debate sobre los proyectos que pagan los recursos del Distrito evidencian lo inocultable. Mientras que el modelo de distribución (de trabajo, derechos, riqueza, etc.) no cambie, el número de plazas disponibles no alcanzarán para todos. Las 1849 plazas que hacen parte de los proyectos de la SED ponen sobre la mesa la escasez que nos gobierna. Nadie quiere que le digan: “Pa’ fuera, pa’ la calle”.

NOTAS

[1] Nos referimos a cambios estructurales de la política educativa como la urgente modificación del parámetro para ampliar la planta docente, la erradicación de los colegios de concesión, la construcción de nuevos colegios, la implementación digna e integral de la jornada única y una reforma curricular profunda. En los acuerdos suscritos hace pocos meses entre FECODE y el MEN se encuentran enunciadas varias de estas medidas.

 

Enrique Blanco García
Docente SED. Colectivo de Maestros y Maestras "La Roja". Correo: morambo2@gmail.com
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